A veces subo fotos a instagram que no quiero mostrar inmediatamente: las quiero ver el año que viene. Quiero que mi presente sea un recuerdo digital en un año, dos, o diez, si es que sigue existiendo la red social. Esos detalles cotidianos absolutamente insignificantes en el momento que los estoy viviendo me sacan una sonrisa, me despiertan alguna conclusión o me dan un leve cringe más adelante. Todo es bienvenido.
¿Les pasa?
Este newsletter es un poco eso pero en palabras.
Recapitulemos: el domingo de la semana pasada me levanté con 20 mensajes de gente de Hadassah, el hospital de Jerusalem, con el que trabajo hace unos meses. Era raro el business as usual cuando la noche anterior habíamos hablado hasta tarde a ver qué pasaba con los misiles y drones que iban desde Irán encaminados hacia sus casas.
Fui a comprar las cosas para hacer una torta para el cumple de 2 del jardín de Roque, el hijo de mi amiga Vale. Mientas la torta estaba en el horno, tuve una reunión de emergencia donde nos contaron distintos cursos de acción posibles del hospital con la nueva movida del tablero internacional. En el medio me llegó un mensaje de una productora invitándome al día siguiente a hablar en Perros de la Calle de lo sucedido el fin de semana. El programa que escuchaba todos los días en la época que iba a la universidad quería mi participación, por suerte no en la sección de Da para Darse, ni en Ex Parejas. No volví a escuchar el programa desde entonces pero consciente de que tiene una audiencia enorme dije que sí. Sabía que iba a ser difícil, posiblemente hostil y, por eso, me pareció que valía la pena. Me preparé lo mejor que pude, después de jugar toda la tarde en la casa de Vale, que bien podría ir abriendo un jardín de infantes entre sus cachorros y los de sus hermanas.
Arranqué el lunes yendo efectivamente a la entrevista en Perros de la calle. ¿Conocés el fenómeno de que se te ocurra la respuesta más maravillosa a una pelea que terminó hace unas horas? Bueno, estoy en esa desde el lunes pasado, así que no la vi, ni pienso volver a verla, quizás el año que viene me despierte alguna otra sensación.
Objetivamente hablando, a mi mamá le encantó y mi abuela le contó a quien pudo que salí en la tele. Así que si la querés ver, acá está:
Almorcé milanesas, fui hasta Nordelta a moderar una merienda pre pesaj de una actividad que había organizado en el templo y a la noche fui a un evento de Hadassah en Núñez.
Ya estoy agotada y recién voy por contarles lo del lunes, también estaba agotada el lunes, me acuerdo. Skip intro hasta el jueves que es lo que de verdad tuve que escribir para no olvidar.
Una semana antes me había hablado Sharon, del la embajada de Israel. Me dijo que se presentaban dos informes en la cámara de Diputados y quería contar con mi testimonio, tanto de lo que había pasado con End The Silence, la campaña contra los abusos sexuales de Hamas en Israel, mi viaje a Israel en enero, mi actividad en redes sociales, todo. Sharon me había escuchado hablar en otro evento hace poco. Uno era el informe de la ONU acerca de las violaciones sexuales de Hamas, y otro un reporte del mismo tema hecho en Israel. Tuve una reunión para que me cuenten quiénes estaban invitados al evento, en que consistía era el programa, y estuvo muy buena. Conocí a algunos de los que trabajan en diplomacia de la Embajada. Uno me agradeció mucho por mi trabajo y casi me hago pis.
No sé cuando había sido la última vez que preparé un discurso y lo leí desde un atril. Hablo en público seguido y siempre me preparo: anoto ideas sueltas que no releo. En general, el sólo hecho de bajarlas a una nota a mi celular es suficiente para memorizarlas. Agarro cualquier micrófono con confianza.
El jueves pintaba distinto. Escribir el discurso me llevó toda la mañana de ese día. No lo hice antes porque lamentablemente arrastro ese error desde el colegio. Venía juntando ideas de cosas que quería comunicar hasta que me cayó la ficha que no quería, no podía, olvidarme ninguna.
Lloré mientras tipeaba: de la bronca, de la impotencia, de acordarme el trabajo que me llevó todos estos meses. De las ganas de no saber nada del tema, la verdad. De ver el impacto de la campaña: 150,000 firmas juntadas. De la emoción de esas poquitas veces que mi trabajo traspasa la virtualidad y se hace material. De volver a acordarme del 8M y la cantidad de gente que se hizo presente, showed up, al lugar que había sido convocada. De pensar en todos los que siguen secuestrados. En los que no van a volver. En sus familias.
Cuando mi mamá me pasó a buscar estaba en piyama y me arreglé en menos de 5 minutos. Le pregunté a mi mamá si sabía cómo ir hasta el Congreso y se rio. Me trajo un cepillo de pelo y un cargador del celular. No necesité ninguno pero me alegró saber que lo había preparado.
En fin: lo dejo por si te lo perdiste. Espero, si leíste hasta acá, que sea de tu interés.
Me hiciste emocionar.- con lo q escribiste y todavía no pude ver los vídeos, es todo UN MONTON y es muy lindo e interesante escucharte siempre y q transmitas todo con tu estilo 🫶🏼